Miguel Hernández

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Orihuela, 30 d’octubre de 1910 – Alacant, 28 de març de 1942. 

Va ser pastor de cabres des de molt jove. Escolaritzat des de 1915 fins a 1916. En 1925 va abandonar els estudis per ordre paterna per a dedicar-se en exclusiva al pasturatge. Mentre cuidava el ramat, Hernández llegia amb avidesa i escrivia els seus primers poemes. Els llibres van ser la seva principal font d’educació lírica, convertint-se en una persona totalment autodidacta.
En esclatar la Guerra Civil, Hernández es va allistar en el bàndol republicà. En l’estiu de 1936 també es va afiliar al Partit Comunista d’Espanya i des de començaments de 1937 és comissari polític militar.

Va ser empresonat i torturat en repetides ocasions, en una d’aquestes ocasions, la seva dona Josefina Manresa li va enviar una carta en la qual esmentava que només tenien pa i ceba per a menjar; el poeta va compondre en resposta les “Nanas de la cebolla”.
Les seves estades en diferents presons li van portar a emmalaltir de bronquitis i després de tifus, que se li va complicar amb tuberculosis. Va morir en la infermeria de la presó d’Alacant el 28 de març de 1942.

NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

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