La fundació dels CJC, una visió en primera persona

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Aquest text és la intervenció de Manolo Moreno en la taula rodona “Els Col·lectius de Joves Comunistes: una escola de vida”, realitzada en el marc de la jornada de commemoració del 40 aniversari de la fundació del PCC. La reproduïm pel seu valor històric i polític, tant pel que fa a l’experiència de l’autor, com per la selecció de textos que aquest ha fet d’articles d’Albert Herbera (destacats en negreta i cursiva).

En el Partido me ha tocado hacer de todo y con todo lo hecho creo que esta intervención es la que más me va a costar centrar y poder explicaros con un mínimo de coherencia, esa militancia en el torbellino que fueron los años 80.

La historia del nacimiento de los CJC está por realizarse aún, lo cual no es raro teniendo en cuenta como se ha ignorado la formación del PCC y lo que significó en el panorama político catalán. Aun así, no voy a pretender desde aquí realizar un trabajo de historiador, porque me falta mucha información para ello. Ni siquiera nosotros hemos estado interesados en rescatar del olvido ese periodo, el día a día nos come y los deseos se quedan en eso, en bienintencionados intentos.

Por todo lo comentado, os ofrezco mi versión de como vivimos, desde la víscera, esos años de lucha. He intentado huir del yoismo, aunque los testimonios que puedo dar son los que viví y no otros. He de adelantaros que mi participación más activa fue durante los tres primeros años ya que con 25 años pasé al Partido. En este caso no quería emular a los camaradas del Konsomol soviético que entraban en la juventud comunista a una edad en la que yo pretendía salir de ella.

Me he permitido utilizar un artículo de mi camarada y a pesar de ello, buen amigo Albert Herbera, para situaros cronológicamente y salpimentar los textos con experiencias y anécdotas que creo pueden ayudar y en cualquier caso visualizar un poco mejor ese periodo inicial.  También para poner nombres a muchos y muchas compañeras de ese viaje inicial e iniciático, que parece igual pero que no es lo mismo.

El artículo lleva por título ¡CJC JUVENTUD DEL PCC!      

Escribe Albert:

“El próximo 5 de diciembre se cumplirán 40 años de la asamblea de jóvenes comunistas que dio inicio a la reconstrucción de la Juventud Comunista en Catalunya, que tomó el nombre de Col.lectius de Joves Comunistes (CJC).

Aquella asamblea, celebrada en la sala de plenos del Comité Central del Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC), en el local de Portal de l’Àngel, contó con la asistencia de un centenar de jóvenes procedentes de diferentes comarcas catalanas, y fue el resultado del acuerdo del Comité Central del Partido, que en su pleno del 6 de junio de 1982, dos meses después del VI Congreso de los Comunistas del que surgió el PCC, había decidido reconstruir la Juventud Comunista y había encargado de esa tarea a Josep Miquel Céspedes, quien fue el primer Secretario General de los CJC de Catalunya.”

Dejo aquí un momento el texto para deciros que de esta asamblea de jóvenes hay una fotografía que después se utilizó para la portada de un folleto de Introducción a la Juventud Comunista, donde ya se reconocen a muchos de los que después serían dirigentes de los CJC, Begoña Simón, Tere Céspedes, Rafa Solórzano, Libertad Martínez, Rafa Lora (Hijo), Esther Carrilero, Jaume González, entre otros y otras. También estoy yo, que no conocía a nadie de los presentes y menos de los ponentes, pero que no pasé desapercibido y al término de la reunión, Céspedes me cogió en un aparte y me dio tareas inmediatas. Así conocí a quien apodé ‘la apisonadora’ y que sería para mí el ejemplo más importante de lo que era ser un joven comunista. Esa misma noche me llamaba a casa para saber si ya había hecho algo. Una diferencia brutal con lo que había conocido hasta ese momento.

Para situarnos debemos explicar un poco los antecedentes.

Volvemos a Albert:

“La crisis de la JCC

El surgimiento de los CJC de Catalunya dejó atrás un proceso de crisis acelerada de la Joventut Comunista de Catalunya (JCC).

La JCC, se constituyó como organización propiamente dicha el 30 de mayo de 1970, en una reunión clandestina celebrada en Barberà del Vallès, convocada y dirigida por Josep Serradell ‘Román’, el mítico e imprescindible responsable de organización del PSUC y a la que asistieron una veintena de jóvenes que representaban a cerca de 500 militantes. Anteriormente existían núcleos dispersos de Juventud Comunista, vinculados a las organizaciones del Partido, pero sin una estructura y dirección centralizadas. En la reunión de Barberà se aprobó el Manifiesto fundacional, el informe de organización y se eligieron un Comité Ejecutivo provisional y un Secretario General, que desde entonces hasta la II Conferencia Nacional de octubre de 1976 fue Domènech Martínez.

El crecimiento inicial de la Juventud Comunista se debió, sobre todo, al trabajo entre la juventud obrera del área metropolitana de Barcelona, donde se crearon las Comisiones Obreras Juveniles, en empresas y barrios. Constituida ya la JCC, su influencia se extendió al movimiento estudiantil, sobre todo en las luchas de protesta contra la Ley Villar-Palasí de 1972 que impuso la selectividad. Después de estas movilizaciones, la JCC se expandió más allá del área metropolitana y alcanzó el millar de militantes. Era, con mucho, la principal organización política juvenil.

En medio de la represión, la JCC siguió trabajando entre los jóvenes, aprovechando los resquicios legales para organizar movimiento juvenil, no sólo en los movimientos obrero y estudiantil, sino también en los clubs juveniles, en los equipos de fútbol y entidades deportivas, en los centros excursionistas, siguiendo la tradición de las JSUC. Y a partir de 1973, la JCC tuvo un papel destacado en la participación de la juventud en el desarrollo de las Asociaciones de Vecinos, impulsando las vocalías de jóvenes, desde donde se reivindicaban los derechos de los jóvenes.

Tras la muerte de Franco, en el primer semestre de 1976 se produjo un fuerte aumento de las luchas obreras, estudiantiles y populares, que pusieron contra las cuerdas al primer gobierno franquista de la Monarquía. En aquellos meses, el PCE y el PSUC, que eran las principales fuerzas de la oposición, todavía reclamaban, al menos sobre el papel, la ruptura democrática para dar paso a un gobierno provisional y a un proceso constituyente que culminara en una república democrática socialmente avanzada. En esta etapa, la JCC dobló su militancia, y en el verano de 1976 alcanzó los dos mil militantes.

Sin embargo, en julio de 1976 cayó el gobierno de Arias Navarro y fue nombrado presidente del gobierno Adolfo Suárez, que había sido ministro secretario general del Movimiento y anteriormente director general de TVE. Suárez, de acuerdo con la embajada de EE.UU. y de la socialdemocracia europea, puso en marcha el proyecto de Reforma política, y desde ese momento los reformistas procedentes del régimen franquista tomaron la iniciativa. Entre las fuerzas de oposición, incluido el PCE, comenzó la carrera para estar presentes en el nuevo escenario político. El programa de ruptura democrática fue abandonado y se iniciaron las negociaciones para pactar la Reforma de Suárez.

La contrapartida para entrar en el proceso de reforma -incluida la negociación, en el caso del PCE, para obtener la legalización que le permitiera estar en las elecciones del 15 de junio de 1977- fueron la renuncia a la memoria democrática, antifranquista y republicana, ejemplificadas en la aceptación de la Monarquía y el indulto a los crímenes del franquismo incorporado a la Ley de Amnistía, así como el abandono de la movilización y el desarme de los movimientos populares, sobre todo del movimiento obrero con los Pactos de la Moncloa de octubre de 1977.

El resultado fue el régimen del 78, que frustró las esperanzas de una transición que condujera a una España republicana, plurinacional y socialmente avanzada. Los aparatos esenciales del régimen franquista -militar, policial, judicial y eclesiástico- permanecieron prácticamente intactos, y las élites económicas corruptas que se enriquecieron bajo el régimen de Franco siguieron dominando la estructura económica de la España ‘democrática’.”

Vuelvo a interrumpirme a mí mismo. Para entonces se produjo mi primer desencuentro con la política del PSUC. Tenía 18 años y empezó la campaña por el SÍ a la Constitución. En mi visceralidad no había pasado del artículo 1 apartado 3 ‘La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.’  Nos dieron pegatinas y carteles, pero no aparecí por el local hasta que se hubo votado. Una pobre manera de protestar, pero la única que se me ocurrió ya que no teníamos donde hacerlo.

Volvamos al artículo:

“El llamado ‘desencanto dio paso, entre la juventud, al ‘pasotismo’, la renuncia a cualquier forma de compromiso político o de aspiración colectiva al cambio social. Fueron los años en que la heroína hacía estragos entre los jóvenes de los barrios obreros. En este ambiente, las organizaciones políticas juveniles perdieron masivamente la militancia y la influencia entre los jóvenes que habían acumulado en los últimos años de lucha contra la dictadura y en los primeros momentos de la transición política. A finales de la década de los 70 y a principios de la de los 80, las principales organizaciones juveniles se habían convertido en estructuras burocráticas, cuyo principal objetivo era lograr la mayor presencia posible en las estructuras institucionales que se estaban creando -los Consejos de la Juventud-, condición indispensable para la obtención de subvenciones públicas, así como preparar a sus dirigentes para ‘hacer carrera’ en sus partidos de referencia.

La JCC, que alcanzó su techo en vísperas de su I Congreso, en noviembre de 1977, con 2629 militantes, sufrió un rápido desmoronamiento. A comienzos de 1979 tenía 785 militantes y llegó a su II Congreso, en mayo de 1980, con 591. En poco más de dos años y medio perdió el 78% de su militancia. La debacle fue muy superior a la sufrida por el PSUC.

En el I Congreso ya se expresaron críticas al papel jugado por los comunistas y por la JCC durante los inicios de la transición. Estas críticas arreciaron en el proceso de debate de los documentos del II Congreso, y la principal organización que quedaba en pie, la JCC de Barcelona, aprobó unos documentos alternativos a los presentados por la dirección nacional de la JCC. Además de las críticas al papel jugado durante la transición, se criticaron las renuncias ideológicas, el abandono del trabajo en el movimiento juvenil y la burocratización del aparato dirigente, del que se sospechaban conductas de amiguismo y corrupción. Y se acusaba a la dirección de avanzar en el proceso de liquidación organizativa de la JCC al proponer la conversión de la JCC en un ‘movimiento de jóvenes entre los jóvenes’.”

Interrumpo de nuevo el escrito de Albert para compartir con vosotros una vivencia personal sobre la consigna de ‘jóvenes entre los jóvenes’.

En el año 1979 militaba en la JCC del bario de Sant Andreu en Barcelona, compartía militancia con Didier Soto, hijo de dos de mis camaradas más admirados Pere Soto y Lola Solís, y habíamos conseguido un local para el Casal de Joves. La dirección de nuestra agrupación (creo que así se llamaba) decidió que debíamos disolvernos como Juventud Comunista para ingresar a trabajar en el Casal. No consintieron discutirlo, solo nos reunían para informarnos. Al día siguiente pasé a militar en el barrio de Sagrera donde pude seguir como joven comunista.  Es un hecho aislado, pero puede daros una idea de lo que estaba sucediendo y lo que estaba a punto de pasar.

Retomo el artículo:

“Al acabar el año 1980, la JCC ya está por debajo de los 400 militantes y sólo 10 colectivos ‘tienen vida’, la mayoría de ellos en Barcelona, que tiene cerca de la mitad de la militancia y es la única organización que funciona con regularidad. Muy poco tiempo después, la JCC de Barcelona tendrá más de la mitad de toda la militancia de la JCC, y reunirá las firmas necesarias para exigir la convocatoria de un Congreso extraordinario. Y es en este momento cuando arrecian los ataques de la dirección de la JCC contra la organización de Barcelona, a la que acusará de ‘prosoviética’ (en enero de 1981 tiene lugar el V Congreso del PSUC). Aunque las discusiones y diferencias en la JCC respondían a una dinámica propia, la dirección de la JCC trató de vincularlas al debate del Partido. El 5 de julio de 1981, justo después de la alianza entre los centristas y los eurocomunistas del PSUC que restituyó el eurocomunismo (de forma anti estatutaria) y destituyó a Pere Ardiaca como presidente del Partido, la dirección de la JCC disolvió los órganos de la JCC de Barcelona.

La escisión de la JCC era un hecho. La mayoría de militantes se agruparon en torno a la organización de Barcelona, pero se entró en una etapa de confrontación y parálisis, que condujo a comienzos de 1982 al ingreso de la mayoría de militantes en las organizaciones del PSUC-V Congreso, que se disponían a celebrar el VI Congrés dels Comunistes que dio origen al PCC. Y fue el Comité Central del PCC el que, en junio, decidió poner en pie de nuevo la Juventud Comunista, tarea que se llevó a cabo a partir de la asamblea de jóvenes comunistas del 5 de diciembre de 1982.”

He de decir que este periodo 1981-1982 me pilló haciendo el Servicio Militar en Canarias. Dos años enteros en los que mis camaradas de la Célula de Sagrera me informaban por carta de la ruptura del Partido y las distintas maniobras que unos y otros realizaban. Para mí era un motivo de desazón, de incertidumbre. Valga decir que en los seis años que milité en la JCC no hice ni un solo cursillo de formación comunista, estaba más verde que una lechuga a pesar del trabajo en clandestinidad y, posteriormente, la actividad militante en el barrio. En mi ‘agrupación’ de Sagrera, de 119 militantes del PSUC se pasaron al nuevo partido 117 y aunque nos molestaba el mote de ‘prosoviéticos’ el primer libro que me dieron para leer fue ‘Así se templó el acero’ de Nikolai Ostrovski. Literatura ligera para el desayuno.

Nos dice Albert Herbera:

“LOS CJC. RECONSTRUCCIÓN DE LA JUVENTUD COMUNISTA Y DEL MOVIMIENTO JUVENIL

El surgimiento y desarrollo de los CJC constituye un caso único entre las organizaciones políticas juveniles de los años 80 del siglo pasado.

Contra corriente, en pleno retroceso del movimiento juvenil y de sus organizaciones, los CJC logran, en muy pocos años, una influencia nada desdeñable entre sectores importantes de la juventud catalana. La política de los CJC, diseñada por JM Céspedes y aprobada en los órganos de dirección, era la unidad de la juventud en la lucha por sus derechos. Esta política significaba la construcción de movimiento juvenil, de abajo a arriba, buscando la creación de estructuras estables, que no acabaran con cada lucha.

Durante el año 1983, los CJC impulsaron la creación de docenas de asambleas de jóvenes en paro en barrios y localidades del área metropolitana de Barcelona. Esas asambleas confluyeron en la Coordinadora de Jóvenes en Paro de Catalunya, que movilizó a miles de jóvenes. A partir de 1984, los CJC impulsan la recuperación de las Coordinadoras de estudiantes, que habían desaparecido después de dirigir las luchas contra el Estatuto de Centros Docentes en el curso 1979-1980. A partir de la elección de delegados de clase, de curso y de centro, se logró crear de forma estable la Coordinadora d’Estudiants d’Ensenyament Mitjà de Catalunya (CEEMC), que desde ese momento dirigió las luchas estudiantiles en Catalunya, y en el curso 1986/1987 protagonizó las movilizaciones estudiantiles más masivas, con decenas de miles de estudiantes en lucha contra la contrarreforma educativa del ministro Maravall.

Y junto a esta política, el objetivo estratégico de los CJC: la coordinación de las diferentes luchas y estructuras del movimiento juvenil con el fin de incorporar a los jóvenes a la lucha por el socialismo y el comunismo. Aprendiendo de los errores que había cometido la JCC y que la llevaron al borde de la desaparición, los CJC se plantearon desde el primer momento reconstruir la Juventud Comunista priorizando dos tareas internas: la organización y la formación político-ideológica. En el primer año de funcionamiento de los CJC, se crearon docenas de núcleos, colectivos y comités intermedios en comarcas y localidades de las cuatro provincias catalanas. Desde los primeros días de existencia de los CJC se impartieron diferentes niveles de cursillos político-ideológicos, empezando por el curso de introducción a la Juventud Comunista para los nuevos militantes, que se daban en las localidades donde estaban organizados los CJC. Durante el verano de 1983 se celebró la primera escuela de formación en Santa Perpètua de Mogoda, a la que asistieron en dos turnos de quince días más de 60 jóvenes comunistas. Esta escuela tendría continuidad en los años siguientes.”

En estos primeros tiempos la formación de la militancia era prioritaria. A los pocos días de conformarse los CJC me ofrecieron un curso sobre el Manifiesto Comunista y digo curso porque su estudio duró varias semanas. Nada más terminar me ‘propusieron’ entre comillas, para un curso algo más extenso que duró varios meses sobre leninismo y sobre los teóricos del marxismo. No había horas y nos moríamos de sueño, pero eso sí con una sonrisa de oreja a oreja, preludio de un masoquismo que a muchos y muchas nos ha durado toda la vida. 

En este periodo los CJC me encomendaron la tarea de AGITPRO, agitación y propaganda, dentro del Comité Ejecutivo de los CJC. No negaré que me venía muy grande. La demanda que se hacía de los colectivos era inmensa y a nivel central debíamos abastecer de carteles, pegatinas, octavillas, cursos de formación, debíamos recuperar los cocteles molotov de una manera discreta, aunque algunos camaradas olían a gasolina que apestaban, montar talleres para la confección de pancartas, camisetas y chapas. Estar pendiente de donde iban los miembros de la dirección porque de paso que explicaban los acuerdos, nos servían como correo para llevar la revista ‘Revolució’ órgano de expresión de los CJC, y cualquier otra cosa que se terciara. Todo esto mientras participábamos en comités de redacción, diseño gráfico, entrevistas con artistas jóvenes para incorporar en los colectivos, discusiones con la Imprenta Miralles para que nos fiara a 180 días, etc. etc. y trabajábamos o estudiábamos y algunos ya estábamos casados. Una locura apasionante y pegadiza, estimulada por el ejemplo de los y las camaradas. Siempre había alguien que estaba más cansado que tú y nunca faltaba.

Os cuento que, en una ocasión, al terminar un comité ejecutivo, decidimos ir a un cine cercano a protestar por la proyección de una peli anticomunista que se llamaba ‘Amanecer Rojo’. Como a esas horas estaba cerrado el cine no se nos ocurrió nada mejor que hacerles una pintada en la puerta. La pintada decía: ‘El anticomunismo es una puerta abierta al fascismo’ pero con tan mala pata que cuando se abrían las puertas del cine quedaba tapada parte de la pintada y lo que se leía era ‘El comunismo es una puerta abierta al fascismo’ Nos tocó volver la noche siguiente a arreglar el desaguisado.

Volvamos al texto de Herbera

“Otra tarea centró los esfuerzos de los CJC de Catalunya en sus primeros años: la contribución a la recuperación de la Juventud Comunista a nivel estatal. Simultáneamente al proceso de confluencia de diferentes destacamentos comunistas que condujo a la creación del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), se produjo la confluencia de sus grupos de jóvenes, en un proceso cuyo papel principal correspondió a los CJC de Catalunya, y que culminó con la constitución de los CJC de España, cuyo primer Secretario General fue también JM Céspedes.

A lo largo de los años 80 y 90, miles de jóvenes pasaron por los CJC de Catalunya. Para muchos de ellos, los CJC fueron, como proclamábamos, una ‘escuela de comunistas’. Muchos de esos militantes han sido después, y son todavía hoy, dirigentes políticos, sindicales, o activistas destacados en diferentes expresiones de la lucha política y social por la emancipación y la justicia social, por el socialismo y el comunismo.

Los CJC nacieron como la organización juvenil del PCC, y ya en el primer documento de los CJC se decía que la estrategia general de lucha por el socialismo corresponde al Partido, siendo la tarea de los CJC la de organizarse entre los jóvenes para incorporar a la juventud a esa lucha general. Por eso en las manifestaciones, actos y congresos, los militantes de los CJC gritaban orgullosamente: ¡¡CéJotaCé, Juventud del PCC!!”

Hasta aquí la inestimable colaboración involuntaria de Alberto Herbera y a mí me gustaría añadir alguna cosa más.

Creo, y puedo estar equivocado, que, aunque el proceso de ruptura del Partido y de la Juventud fue diferente, el nacimiento del PCC y su apuesta, sin concesiones, a la recuperación de una organización juvenil comunista fue del todo decisiva. Los aires revolucionarios que se respiraban en los locales del Partido daban alas a las iniciativas de los jóvenes. La sintonía en la recuperación de los valores y los principios ideológicos comunistas hacía posible que todo estuviera al alcance. Más tarde, cuando los problemas se sucedían en el Partido, esta misma influencia, junto a otras no menores, también afectaron a los CJC, pero eso ya es otra historia.

Quiero terminar reconociendo los valores de la camaradería que aprendí en los CJC en una visión casi romántica del término. Encontrarte con camaradas en cualquier rincón de Catalunya o de España era encontrarte con un aliado, un amigo. Se discutía con quien tenía otra visión y raramente no se conseguía incorporarlos. Nadie abandonaba a nadie en una mani, o huíamos todos o no huía nadie. Los escaqueadores no tenían la tierra abonada para sus tropelerias. No es, aunque lo parezca, una mirada nostálgica, aunque no está mal abandonarse a ella de vez en cuando. Siempre había algún vivales, pero como dijo alguien, ‘el peor de los nuestros era mejor que el mejor de los de ellos’.

Me gustaría agradecer a los y las camaradas con los que tuve la suerte de militar, ese ejemplo lleno de entusiasmo, un agradecimiento que ojalá que no suene a tópico porque es sincero.

Es para mí, hoy día, un orgullo haber compartido mi tiempo con ellos y con ellas.

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