Los recientes acontecimientos registrados en Cuba se inscriben en el contexto de una nueva ofensiva de las élites gobernantes de los EE. UU. en sus pretensiones de retomar la iniciativa geopolítica en América, la que considera como “herencia natural” o de algún “designio divino” como parte de sus posesiones. La mirada analítica de la actual coyuntura que debe prevalecer es la geopolítica. Los hechos precedentes revelan y justifican esta lectura. Un repaso rápido por el sur del continente describe situaciones volátiles en Colombia, donde un gobierno precedido por la impronta del narco paramilitarismo experimenta un fuerte repudio en las calles y en amplios estamentos sociales, políticos y culturales de ese país, con grandes movilizaciones de calle, un paro de docentes que ya dura más de dos meses y un saldo de miles de heridos y más de 80 personas fallecidas.
La reciente visita a Colombia del director de la Agencia de Inteligencia de los EE.UU. William Burns, concretamente a finales de junio, testifica sobre los planes imperiales para la región. El itinerario del alto funcionario de la administración Biden, luego de reunirse con autoridades del gobierno colombiano, recaló en Brasil para de reunirse con Bolsonaro y, quizás sin haber aterrizado en Washington, ocurre el magnicidio del presidente de Haití perpetrado por un comando de mercenarios integrado en su mayoría por exmilitares, incluyendo alguno en activo, del ejército colombiano. Al día siguiente al hecho, ya EE.UU. tenía una declaración desmarcándose de la acción, ya que según relatan los testigos, los mercenarios se identificaron como agentes de la DEA la agencia antinarcóticos de los Estados Unidos. Un dato para considerar, es que las autoridades haitianas que asumieron el control del país, inmediatamente solicitaron apoyo al FBI para investigar el magnicidio y al ejército de estadounidense para que “resguarden las infraestructuras del país”, según declaró el presidente interino.
La vertiginosidad de los eventos va revelando a su paso un posicionamiento de los EE.UU. y, de manera concreta, la agenda de Biden y los “Demócratas” para el continente. En esta secuencia de hechos se producen simultáneamente una serie de protestas en varias ciudades cubanas en las que se esgrime como razón del malestar, el deterioro de los servicios sanitarios y los racionamientos de electricidad. En este contexto cabe resaltar que días previos a las protestas, se suscitó un evento inusual durante el registro de casos de contagios por la Covid – 19 durante el desarrollo de la pandemia en Cuba: la detección de aproximadamente 7.000 casos y 47 fallecidos en cuestión de 24 horas.
El epicentro de este brote fue la ciudad oriental de Matanzas, donde se registraron más de tres mil casos que tuvieron un fuerte impacto sobre la infraestructura hospitalaria de la ciudad que rápidamente se vio colapsada. Resulta llamativo este salto repentino en los contagios, sobre todo, porque Cuba había mantenido uno de los mejores resultados en el control de la pandemia; de hecho, el índice de mortalidad en la isla producto de los efectos de la Covid – 19 es de apenas 0,66 %, respecto a una media de aproximada del 2 % observada a escala internacional, lo cual reporta un manejo y unos protocolos en la atención a la pandemia adecuados.
En medio de esta crisis y en un alarde de oportunismo, los agentes de la contrarrevolución activaron un amplio dispositivo mediático de convocatoria a la calle, operado desde plataformas digitales financiadas por los EE.UU., a través de las múltiples organizaciones para – gubernamentales que operan en toda la región y coordinadas, fundamentalmente, desde la península de la Florida. El mensaje que pusieron a circular profusamente, dentro y fuera de Cuba, era que el gobierno se negaba a “abrir un corredor humanitario” para que entren recursos para atender la contingencia. Se trató de una operación con un claro perfil de las nefastas “revoluciones de colores”.
Todo este despliegue ocurre, cabe reiterar en medio de una profunda crisis que no sólo golpea a Cuba sino al mundo producto de la contracción global de la economía y que en la isla tiene una mayor repercusión debido a la imposición del bloqueo de los Estados Unidos que ya cursa su sexta década que sin duda ha sido uno de los factores que han contribuido a profundizar la delicada situación cubana; una muestra de estás acciones de hostilidad en medio de la crisis sanitaria global, queda registrada en abril de 2020 cuando el gobierno de los EE.UU. impidió que un barco con insumos médicos, sanitarios y farmacéuticos proveniente de China atracara en Cuba.
El desmedido despliegue mediático que una vez más coloca a la Revolución cubana y a su pueblo en la mira imperial, constituye un capítulo más en el historial de agresiones en contra de Cuba, de su pueblo y su proceso político. La operación tenaza a la cual está sometido el país, de estrangulamiento al pueblo por las incruentas medidas coercitivas de bloqueo y sanciones, pretenden de facto cortar las posibilidades de un ejercicio pleno de su soberanía y violenta, una vez más, la vía pacífica de resolución de conflicto con el imperio a través de la política. Todo ello, pese a que el pasado 23 de junio la Asamblea General de las Naciones Unidas votó favorablemente la moción en contra del bloqueo con un contundente 187 votos a favor y 2 en contra (EE.UU. e Israel), sigue rigiendo la oprobiosa Ley Helms – Burton que vino a profundizar el bloqueo y penaliza al pueblo cubano desde hace 25 años. Un dato significativo es que sólo durante el 2020, al amparo de dicha ley los EE.UU. aplicó 55 sanciones a la Isla. El canciller cubano Bruno Rodríguez denunció ante la Asamblea de la ONU que, producto de las sanciones, la salud del país se vio afectada en más de 200 millones de dólares.
Otro aspecto nada menor es el hecho que Cuba es el único país de América Latina que, valiéndose de sus escasos medios, pero con un fuerte brazo científico y tecnológico en el campo de la medicina y en las ciencias farmacéutica, ha logrado desarrollar una vacuna para combatir el coronavirus. Este hecho reviste una gran relevancia en campo científico y, de manera especial, en la geopolítica de las vacunas en un momento cuando las corporaciones de los EE.UU. (Pfizer, Moderna, Jansen & Jansen)) están en disputa con otros desarrollos en esa área provenientes fundamentalmente de Rusia (Sputnik V) y China (Sinopharm), por el control de un mercado que se aventura en crecimiento en los próximos años, en el que un desarrollo como el cubano, aunque modesto, no deja de ser un mal ejemplo ante las apetencias monopólicas de estas empresas, sobre todo las estadounidenses verían un fleco en el tejido de control que pretenden sobre el mundo.
En resumen, la coyuntura actual se explica a partir de nuevas formas de confrontación entre el modelo unipolar impulsado por los EE.UU. y el seguidismo de la Unión Europea contra la emergente exigencia de relaciones de multipolaridad liderada por China y Rusia. Las tesis multipolares en América retoman cuerpo luego de un primer impulso de comienzos del siglo XXI a través del liderazgo de UNASUR; hoy, de la mano de los países miembros del Grupo de Puebla liderado por México y Argentina comienza a configurarse un escenario propicio para avanzar en un proyecto de relacionamiento entre las naciones más horizontal y a partir de relaciones de igualdad, a partir del reconocimiento de las necesidades, asimetrías y diversidades entre las naciones. El rechazo a los bloqueos y sanciones contra Cuba y Venezuela realizado por el Grupo de Puebla, cuyas voces más visibles fueron las de los presidentes Andrés López Obrador y Alberto Fernández, revelan el rechazo a la injerencia de los EE.UU. y de la UE en los asuntos propios de la soberanía de los Estados, además, marca una línea de reacción contra este tipo de políticas como mecanismo externo para cambiar por la fuerza la dirección política de un país.
Este forzoso y trabajado reposicionamiento geopolítico ocurre en medio de una escalada de impugnación al neoliberalismo y la clase política que lo promociona en la región, que con el triunfo de Luis Arce en Bolivia revirtió, con sus heridas y fracturas, el golpe de Estado liderado por la OEA de Luis Almagro. Cuando aún están abiertos y en pleno desarrollo el proceso constituyente chileno que dará fin a la constitución pinochetista y el inacabado proceso electoral peruano que, contra pronóstico, ganó el candidato de la izquierda Pedro Castillo frente a la candidata Keiko Fuyimori, representante de las élites neoliberales y, complementando este rápido análisis, la reversión del lawfare contra Lula Da Silva que abre paso a su candidatura para las elecciones del 2022.
Esta panorámica reseña y contextualiza las acciones que podrían caracterizar el comportamiento imperial con relación a los países y gobiernos que resisten a la agenda unipolar y los esfuerzos desesperados por retomar el control de la situación.
Hoy Cuba exige de la solidaridad activa de todos, la Revolución cubana representa uno de los símbolos más visibles de la rebeldía de todo un continente contra las pretensiones hegemónicas de los EE.UU. y de sus aliados. Revertir los efectos del bloqueo sobre el pueblo cubano y su gobierno es la tarea urgente a la cual todos estamos convocados.