Estamos en un momento en que, además de la importancia de analizar nuestro presente para construir horizontes desde lo popular, es importante hacer balances. El presente siempre es una conclusión de lo ocurrido en el pasado. Y no vamos a ser capaces de mirar al futuro sin analizar dicho presente desde la lógica de cómo hemos llegado hasta aquí.
Ha pasado una década desde el 15M. Vivimos la paradoja de que el actual Gobierno de España se conforma en pleno agotamiento del ciclo político que se abrió hace una década. El PSOE vuelve a ser el elemento articulador y hegemónico del bloque progresista a la vez que el garante gubernamental del poder económico. El denominado “espacio del cambio” es un actor subordinado que ha hecho de ser Gobierno su objetivo y estrategia en todos los ámbitos. A costa de reducir su tamaño a la mitad desde el 2015, habiéndose perdido las alcaldías del cambio (solo se ganó en Valencia y Cádiz, ambas fuera del mundo UP, y se mantuvo Barcelona gracias a los votos de un francés de derecha conectado con Madrid y el Elíseo), haber expulsado del espacio a casi todas sus mejores cabezas y estructuras y sin prácticamente militancia. Por el camino se quedaron también lo que fueron los motivos de las principales luchas y movilizaciones populares de la década.
En este momentos vivimos una ofensiva cultural, judicial y política de la derecha. De contrapéndulo del 15M. Combinado con las dificultades que tiene la gente de la calle para defender al Gobierno progresista en relación con sus políticas y reformas. El miedo al monstruo solo no vale. Las grandes palabras y anuncios tan difíciles de tocar y vivir para la gente en su día a día tampoco. Y esta dinámica se reproduce continaumente, cada avance está rodeado de mil condicionantes. Un Ingreso Mínimo Vital al que tiene acceso una reducida parte de sus solicitantes. Una Ley de Vivienda que se aprueba pero para dentro de año y medio y sin obligatoriedad de cumplimiento. La pervivencia de la cronicidad de que los ricos no paguen apenas impuestos. Una derogación de la reforma laboral que no tocará el despido. Una gestión de los fondos europeos que llevará a que se concentren en las grandes empresas y corporaciones, combinado con un proceso de inflación que hace que los salarios y pensiones sufran cada día más. Una dinámica sobre el sistema de pensiones que asienta en lo estructural el presente heredado de las contrareformas de Zapatero y Rajoy. Una Ley de cambio climático que nació vieja.
En este contexto el clima social es de cinismo, desapego, desconfianza. De falta de seguridades y certezas de cara al futuro. De precariedad en las vidas de la gente sin que noten en su día a día más seguridad económica y de protección por conquista de derechos. Y el consecuente clima de extensión de las lógicas de salvarse individualmente, lo cual siempre es un imposible. Y esto es lo que alimenta al monstruo por mucha inflamación verbal antifascista de la que queramos hacer gala. Al Gobierno hay que pedirle que gobierne, que avance en derechos y seguridad económica para la gente. Es lo único que dará motivos a la gente para no entrar en un lado oscuro que en la España castellanoparlante es cada vez más grande y nutrido.
Y a quienes militamos por la democratización del Estado, de la economía y de la propia política combinando la justicia social con la impostergable lucha por una transición ecológica que cuide del planeta y de las personas hay que exigirse nuevos proyectos que construyan mayorías sociales. Evitando los errores cometidos estos años. Espacios democráticos, ámbitos de reflexión común de organizaciones que nos identificamos como referentes, que integre la plurinacionalidad y alimente la construcción desde los territorios. Levantar la mirada, asumir la derrota política del ciclo y trabajar para la próximo oleada popular. Tejer organización y organizaciones (que no es lo mismo que un partido político), reconocer e integrar en ámbitos comunes lo que está construido y enraizado social y políticamente en los territorios. En la Transición se firmó vendiéndolo como una victoria. Ahora se habla del Gobierno más progresista de la historia. En definitiva, hay que levantar la mirada para no volver donde siempre.
Pedro De Palacio Maguregui és Responsable de Organización de Más País.