Manuel Sacristán, un comunismo para el siglo XXI

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  • Historiador i investigador del Centre d'Estudis sobre Moviments Socials de la Universitat Pompeu Fabra. Ha format part de col·lectius antinuclears, pacifistes i de solidaritat amb Amèrica Llatina.

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Conocí a Manuel Sacristán en los tiempos de mi ingreso en las Juventudes Comunistas, cuando corría el curso 1967-68. La comisión de formación del PSUC se encargaba de ayudarnos en nuestros primeros pasos en el mundo del comunismo catalán. Recuerdo cómo Sacristán nos adentraba en la lectura del Manifiesto Comunista enseñándonos a leer de manera crítica y actual a nuestros clásicos; y por tanto, enseñándonos a pensar.

Después compartí las vicisitudes vividas por él, por las Juventudes y por una parte de la organización del partido en la universidad. Eran tiempos de fuertes debates y controversias, tiempos en los que nuestras posiciones iban a contracorriente de las dominantes en el PCE y el PSUC de la época, cuando un Carrillo eufórico presentaba el eurocomunismo como la única vía hacia el socialismo y firmaba los pactos de La Moncloa calificándolos de conquista histórica.

Las Comisiones Obreras de Enseñanza, el Comité Antinuclear de Cataluña y la revista mientras tanto fueron los siguientes espacios de complicidades compartidas en proyectos comprometidos con las luchas y los movimientos de finales de los años 70 y con un trabajo de reflexión para reformular el proyecto emancipatorio comunista a la luz de los nuevos problemas y retos civilizatorios. Una reformulación que empezaba por redefinir la noción misma de comunismo, substituyendo la perspectiva de una sociedad de la abundancia material basada en un crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas por un horizonte de pleno desarrollo humano que incorporase en el corazón del proyecto de transformación las contribuciones del ecologismo, el feminismo y el pacifismo.

No tengo la intención de recurrir a los recuerdos personales de las conversaciones y situaciones que guardo en mi cada vez más desmemoriada memoria de aquellos años de trato personal con Manuel Sacristán. Pero sí quisiera transmitir un testimonio vivido del Manolo que conocí para resaltar algunos rasgos de su persona que ayuden a explicar el interés de su trayectoria y de su obra en uno de los diversos campos en los que aportó valiosas y actuales contribuciones: el de la reafirmación de la identidad comunista, con elementos a tener en cuenta para fundamentar un comunismo necesario y posible para el siglo XXI.

En primer lugar, situaría su autenticidad y el moverse siempre guiado por la búsqueda de la verdad.  Capacidad analítica, solidez intelectual, pasión política e integridad moral formaban en él un “paquete integrado” que por el nivel y la intensidad alcanzadas en su personalidad lo convirtieron en un referente singularmente atractivo, apreciado y respetado por muchos de sus coetáneos. (Digo por muchos y no por todos porque también cuentan las envidias de algunos y la confusión mental de quienes lo consideraban dogmático porque tenía y practicaba unos principios claros, de quienes veían rigidez en su rigor, o izquierdismo voluntarista en su práctica del compromiso político comunista y en la afirmación de la importancia de la subjetividad revolucionaria en la lucha por la emancipación de la especie humana. Para todos estos, tanto en la academia como en el partido, Sacristán era, ciertamente, una persona incómoda).

Esta autenticidad y el lugar central que para él ocupaba la búsqueda de la verdad vertebraban su forma de estar en el mundo, de vivir y luchar por hacer de la Tierra un lugar habitable y libre de explotación. Eran rasgos que estaban conectados con el rigor en el estudio y en la preparación de sus clases, de las conferencias y de los materiales para la intervención en el combate cultural y político. “A mí me gusta intentar saber cómo son las cosas. A mí el criterio de verdad de la tradición del sentido común y de la filosofía me importa. Yo no estoy dispuesto a sustituir las palabras verdadero y falso por las palabras válido/no válido, coherente/incoherente, consistente/inconsistente; no. Para mí, las palabras buenas son verdadero y falso, como en la lengua popular, como en la tradición de la ciencia, igual en perogrullo y en nombre del pueblo que en Aristóteles. Los del válido/no válido son los intelectuales, los tíos que no van en serio,” comentaba en una entrevista publicada en la revista mientras tanto.

Una de las traducciones prácticas de esta actitud intelectual y ética consistía en aplicar los instrumentos conceptuales y metodológicos de la tradición marxista al análisis concreto de la realidad de los países que según el lenguaje del imperialismo de la Guerra Fría constituían el “bloque comunista”, con un uso intencionadamente distorsionado del significado de la palabra comunismo. Recuerdo ejemplos de cómo sus reflexiones fruto de este análisis, agudas, amargas y premonitorias, llegaban a incomodar entonces a los militantes que, por razones diversas, continuaban referenciándose acríticamente con la trayectoria de la Unión Soviética y de sus aliados del Pacto de Varsovia, nacido en 1955 como réplica defensiva a la OTAN y disuelto en julio de 1991.

Aquellas reflexiones sobre el estalinismo, sobre la intervención militar en Checoslovaquia en agosto de 1968, sobre las razones de la progresiva despolitización de los trabajadores de aquellos países, etc. son a mi juicio un punto de partida imprescindible para la reconstrucción hoy de una noción de comunismo consistente y capaz de atraer a los trabajadores y a las clases populares de todo el mundo como  alternativa a la barbarie creciente de la explotación económica y la desigualdad social, de la opresión política, la dominación cultural y mediática, la degradación ecológica, el patriarcado y el militarismo exterminista y genocida del capitalismo imperialista y autoritario de nuestros días.

“ Decir la verdad, llegar juntos a la verdad, es realizar acción comunista y revolucionaria”, escribía Gramsci en su texto Democracia Obrera, en 1919. Manuel Sacristán asumía esta máxima sin miedo a los resultados. El comunismo del siglo XXI no puede rehuirla. La esperanza, siempre necesaria, ha de estar racionalmente, sólidamente fundamentada. El análisis de la realidad, de las correlaciones de fuerzas, de las perspectivas y las alianzas para resistir y avanzar no puede basarse en el engaño ni en el autoengaño. Por ello, la formulación de una propuesta comunista para el siglo XXI no puede obviar las reconsideraciones críticas y autocríticas de Manuel Sacristán sobre la trayectoria teórica y política de la propia tradición.

Otro componente relevante de su forma de vivir la actividad revolucionaria iba relacionado con su concepción de la política como ética colectiva, lejos del oportunismo tacticista y de los hiperliderazgos histriónicos. Este elemento aparece vinculado al énfasis conferido a la dimensión ética del comunismo; al reconocimiento de la necesidad de estrechar los puentes entre el mejor conocimiento científico de la crisis ecosocial y las diversas tradiciones culturales del movimiento obrero organizado; a un ecologismo y un feminismo que plantean la urgencia de cambiar ya la vida cotidiana -tanto las formas de convivencia y relaciones entre personas como la relación de estas con la naturaleza y las otras especies vivas-, sin esperar al “día después de la Revolución”;  y a la necesidad de revisar una concepción instrumental de las guerras como medio para conquistar el socialismo en el contexto de las actuales tecnologías bélicas y de la amenaza de guerra nuclear mundial. Todos estos elementos forman parte de un legado intelectual, ético y político de Manuel Sacristán que nos brinda pautas para repensar la perspectiva de un comunismo para el siglo XXI.

Estas reflexiones, además, permiten establecer un diálogo fructífero entre tres tipos de personas: las que aceptan que no hay superación posible de la crisis ecosocial y civilizatoria en el actual marco de las estructuras económicas y de poder capitalistas, pero no ven salida en su horizonte histórico individual; otras personas que sí están en disposición de trabajar para una alternativa sistémica pero desconfían o rechazan el nombre de comunismo para caracterizarla, asociándolo a “lo que fracasó/ se hundió/ en los países del Este europeo; y otras personas que mantienen la identidad y la perspectiva comunista, como hizo Manuel Sacristán hasta su muerte. ¿Cómo planteaba él este diálogo?

En primer lugar, Sacristán mantenía la posibilidad lógica y empírica de llegar a una sociedad comunista. Por tanto, tal y como yo lo veo, no se trata de dilucidar si el comunismo se encuentra o no en nuestro horizonte histórico individual, aspecto este muy marcado por nuestra edad, por el lugar del mundo en el que vivimos y las expectativas que en él vemos, etc., sino de afirmar la actualidad histórica de la revolución -que no hay que confundir hoy con su inminencia- y de su necesidad y urgencia ante las dimensiones cada vez más graves de la barbarie actual. Esto es lo que articula la posibilidad de una lucha cultural, social y política capaz de combatir y modificar las tendencias hoy dominantes y de abrir paso a desencadenar un proceso de transición hacia una alternativa socialista a la altura de los retos civilizatorios actuales e inscrita en la perspectiva de un renovado horizonte comunista mundial.

Sacristán también pensaba que existía una forma racional de conservar la perspectiva comunista y de considerarla incluida en nuestro horizonte. Se trataba de añadir una  función más a los factores clásicos de una estrategia política de lucha por el comunismo, factores de los que forman parte los partidos y los movimientos de masas. Una función modestamente material, decía, pero importante en el ámbito cultural y de los valores: el establecimiento de posibles comunidades de vida “diferente” hechas con el mayor número posible de elementos comunistas. Los partidos mismos podrían promover estas comunidades o al menos contar con ellas. Y añadía que no tenía ninguna objeción a reconocer él mismo que esta estrategia le venía sugerida por la historia del cristianismo y del gandhismo con el riesgo evidente de elitismo que ello comportaba. (Esta es una reflexión contenida en una carta del 15 de agosto de 1980 al economista Ángel Martínez González-Tablas, reproducida en el libro Filosofía y metodología de las Ciencias Sociales II, editado por Salvador López Arnal y José Sarrión).

Otras reflexiones de Manuel Sacristán sobre las características de una práctica revolucionaria guiada por la finalidad comunista aportan pistas de interés sobre cuestiones relevantes para un comunismo del siglo XXI. Por ejemplo, las que podemos encontrar en textos como su Comunicación a las Jornadas de Ecología y Política celebradas en Murcia en mayo de 1979, en torno a la revisión necesaria de la concepción del sujeto revolucionario en las sociedades industriales y de las nuevas razones añadidas para seguir viendo a las clases trabajadoras como sujeto central de las transformaciones debido a su condición de sustentadoras de la especie humana, conservadoras de la vida y agentes imprescindibles del metabolismo de la sociedad con la naturaleza. Aspecto este que conectaba con otro, planteado también por Wolfgang  Harich: el de la necesaria feminización del sujeto revolucionario y de la idea misma de una sociedad justa.

En este mismo texto Sacristán alertaba ante dos propuestas y caminos peligrosos en la búsqueda de alternativas a los problemas de la crisis ecosocial: la falsa salida reformista que cree posible conseguir mediante reformas que se pueda convertir en amigo de la Tierra un sistema cuya dinámica esencial es la depredación creciente e irreversible; y, por otra parte, una salida autoritaria encabezada por una aristocracia revolucionaria que garantizase de manera despótica un metabolismo sano entre la sociedad y la naturaleza. Ante estas propuestas, la línea de conducta más racional sería la de desplegar de manera simultánea dos tipos de prácticas revolucionarias: una referida al problema del poder político, sobre todo el estatal, explorando nuevas formas de democracia radical y participativa, de Poder Popular, destacando la importancia de los principios de la planificación global y del internacionalismo. La otra relacionada con transformaciones inaplazables orientadas a intentar vivir ya una nueva cotidianeidad en nuestras relaciones humanas y con la naturaleza, nuestros consumos, etc., en coherencia con lo que predicamos y con el horizonte por el que luchamos.

Su trayectoria de vida, los ejemplos prácticos que acreditaban su concepción exigente del compromiso militante, la pasión y la atención que ponía en escuchar, en aprender y en transmitir conocimientos a las personas trabajadoras, a los estudiantes, a la juventud comunista, unida a la severidad de sus juicios sobre la frivolidad, el servilismo o la inconsistencia intelectual, daban sentido y credibilidad a la trilogía que en una primera clase en uno de sus regresos a la docencia en la Facultad de Económicas, en 1975, nos presentó como tres ideas guía para un proyecto de vida decente: Amor, Trabajo y Lucha. Amor a las personas, y también a la naturaleza y al conocimiento. Trabajo, tanto en su vertiente manual como intelectual. Lucha, es decir, compromiso en la acción contra las desigualdades las injusticias y las opresiones.

Todo esto me permite afirmar para concluir que, en síntesis, la identidad comunista de Manuel Sacristán tomaba cuerpo en la formulación de un proyecto ético de emancipación humana, ecológicamente fundamentado y radicalmente democrático. Tres características que han de estar presentes en el comunismo del siglo XXI. Por ello creo que vale la pena seguir explorando el hilo de continuidad entre la vida y la obra escrita de Sacristán y la reivindicación de un comunismo del siglo XXI fundamentado críticamente en el conocimiento de la realidad social de nuestra época y capaz de construir en común una humanidad justa y libre en una Tierra habitable.

Referencias de textos citados de Manuel Sacristán:

Comunicación a las Jornadas de Ecología y Política. Murcia, mayo de 1979. Publicado en el nº 1 de la revista mientras tanto, noviembre-diciembre 1979, pp. 19-24. Texto incluido en los libros Pacifismo, ecología y política alternativa, Ed. Icaria, 1987, pp. 9-17, y Ecología y ciencia social. Reflexiones ecologistas sobre la crisis de la sociedad industrial. Prólogo de Miguel Manzanera. Ed. Irrecuperables, 2021, pp. 47-55.

Una conversación con Manuel Sacristán. Por Jordi Guiu y Antoni Munné. Entrevista realizada en la primavera de 1979 para la revista El Viejo Topo, no publicada por voluntad del entrevistado. Publicada después en el nº 63 de la revista mientras tanto, otoño 1995, pp. 115-129. Incluida en los libros Acerca de Manuel Sacristán, de Salvador López Arnal y Pere de la Fuente, Ed. Destino, 1996, pp. 97-130, y De la Primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón. Edición de Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal, Ed. Catarata, 2004, pp. 91-114).

Filosofía y metodología de las ciencias sociales (II). Edición de Salvador López Arnal y José Sarrión Andaluz. Ed. Montesinos, 2024. (Carta citada en el texto, pp. 404-408).

Nota complementaria:                                                                                                                                Los cuatro volúmenes de textos de Manuel Sacristán titulados Panfletos y Materiales, (I. Sobre Marx y marxismo; II. Papeles de filosofía; III Intervenciones políticas; IV Lecturas) publicados por la editorial Icaria entre 1983 y 1985 están descatalogados. Pueden consultarse en la Biblioteca Virtual del Arxiu Josep Serradell en el siguiente enlace: https://arxiujosepserradell.cat/biblioteca-virtual/?fwp_bibliotecavirtual_autor=fc5397b423c5bb548c35e0c25fac5f15

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